Matías Serrano, hacia una poética del ruido.
El trabajo de documentar el sonido “es constantemente una traducción, [te enfrentas al] mismo problema que hay al intentar pasar ideas de un idioma a otro, no queda igual, entonces hay que asumir las pérdidas.” Asevera el artista Matías Serrano (Santiago, 1993) quien, desde hace ya diez años viene explorando en su obra los cruces entre tecnología y sonido. “Esas pérdidas –continúa– se manifiestan como ruidos, […] que no son parte del original, sino cosas que se suman cada vez que uno genera un procesamiento de este estilo. [Es aquel] un espacio artísticamente muy fértil.” Así, es posible entender el trabajo de Serrano como una exploración y atenta escucha de aquellos “ruidos” que los enfoques más naturalistas de la disciplina consideran como errores, producto de su interés por una transparencia de los medios, o dicho de otra forma, por mantener la más estrecha correlación entre lo documentado y lo reproducido.
Para una comprensión detallada del trabajo de Serrano es necesario introducirnos en conceptos y paradigmas científicos poco habituales al momento de enfrentarnos al arte. Es de especial relevancia en sus más recientes producciones el principio electromagnético en el que descansa el proceso de decodificación del sonido. Éste describe el vínculo entre una bobina y un imán: al inducir una carga eléctrica sobre la primera, se produce un acto de atracción-repulsión sobre un imán ubicado al interior de ella, generando movimiento en una frecuencia que puede ser amplificada en forma de sonido.
Así, cualquier máquina que aloje dicho sistema es capaz de convertirse en un transductor electroacústico, es decir, aquel tipo de dispositivo que transforma la energía eléctrica en sonido: audífonos, parlantes, motores, etc. Es precisamente aquella potencialidad de las máquinas el lugar que actualmente el artista indaga. Hoy por hoy, en diferentes espacios de exhibición de la ciudad, tres obras recientes exploran la posibilidades plásticas de este fenómeno, invitándonos a reflexionar sobre los alcances geopolíticos de la tecnología, la inclusividad y hasta cuestiones más ontológicas de lo humano.
El pasado 29 de abril se inauguró en el Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de Chile, sede Quinta Normal, la exhibición Tiempo de decaimiento temprano, que reúne recientes trabajos de los académicos del Departamento de Artes Visuales de la Casa de Bello, que conforman el Núcleo de Arte Sonoras. Allí Serrano participa con dos piezas.
La primera de ellas, Transistores en tránsito (2025), es especialmente ilustrativa del aludido principio electromagnético. Originada a partir de una reflexión respecto a la retórica con que se presentan las tecnologías de almacenamiento de datos on-line, que coloquialmente denominamos nubes, repara en cómo la posibilidad de acceso a lo virtualmente almacenado desde cualquier punto geográfico, que su desacoplamiento ofrece, pareciera hacernos olvidar que toda tecnología tiene su origen en el suelo. Cobre y silicio conducen y conectan, antes que todo circuito eléctrico, una red de transacciones que sigue el itinerario geopolítico global.
Así, diez bobinas de cobre, interconectadas mediante un circuito que las electrifica e imanta, emprenden un movimiento de vaivén en relación a un imán alojado en su interior. Las pequeñas descargas que las impulsan dependen de la interacción interna del circuito, siendo así difícil de predecir el ritmo en que ocurrirá. Dicho movimiento no solo pone en escena el principio físico antes mencionado, sino que termina por perfomar las dicotomías desacoplamiento-anclaje, cielo-suelo, el va-i-vén en que descansa la retórica en que se presentan las tecnologías de la nube y los flujos de información y mercancías a nivel global. Para el artista es esta una forma en que los transistores declaman en campos electromagnéticos.

Fotografía Clo Rojo, Museo de Arte Contemporáneo, Universidad de Chile.
En la sala contigua, Un trazo en el oído (2025) continúa explorando el vínculo bobina-imán, pero esta vez introduciéndonos de lleno en las mecánicas del sonido. La obra se elabora a partir del cruce entre dos hipótesis antropológicas. Primero, el paralelismo propuesto por el educador y escritor francés Fernand Deligny, quien sostuvo que del mismo modo que el tejer es inherente a los arácnidos, el trazar lo sería los humanos, y segundo, la especulación arqueológica que propone a las singulares propiedades acústicas de las cavernas como el motivo por el cual los primeros humanos las habrían escogido para trazar allí sus rupestres pinturas, primeras manifestaciones artísticas de la humanidad. Por lo tanto, podríamos decir que el acto de trazar paredes en las cavernas comenzó en el oído.
Mediante tres piolas de acero tensadas el artista traza la vertical, horizontal y diagonal de uno de los muros de la sala, a cada una de ellas añade dos sistemas bobina-imán, uno configurado para emitir y otro para recibir campos magnéticos, los que producen una vibración en la piola que es amplificada por la pared tras ella, operando como caja de resonancia. Al contar cada cuerda con dos sistemas bobina-imán, el sonido por estos emitido se acopla, fenómeno conocido como Efecto Larsen, formando un tono constante que retumba en la sala.

Fotografía Clo Rojo, Museo de Arte Contemporáneo, Universidad de Chile.
Por otra parte, el reciente 15 de mayo se inauguró en Galería Micromedios, nuevo y singular espacio de exhibición ubicado en un zaguán de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, la muestra Hablar con extraños, tercera itinerancia de la obra Amplificar la duda (2023). Aquí nos imbuimos de lleno en los debates respecto al registro y reproducción del sonido.
Esta intervención medial presenta fragmentos de una serie de diálogos que el artista sostuvo y documentó entre 2021 y 2023, donde sus interlocutoras/es reflexionaron sobre la experiencia de sentirse extrañas/os en diversos contextos de percepción, socialización y habitar. Después de aquel trabajo de escucha y documentación el artista concluye: “no hay posibilidad de almacenar a cabalidad la complejidad de experiencias que viví junto a las personas con que dialogué, sino sólo ciertas dimensiones. La sonora es una de ellas y estará siempre limitada por la sensibilidad del micrófono que utilicé”. De este modo, sonido, archivo y máquina entran aquí en tensión.
Ante aquella dificultad, el artista abre y disecciona la caja negra de la memoria, el disco duro, no sólo para revelar sus procesos internos, sino particularmente para intervenir, o volver extraño, su cometido. Portador de un sistema de bobina-imán, este dispositivo de almacenamiento es transformado en un precario altavoz, donde el ruido es exacerbado, casi consumiendo el testimonio que reproduce, por lo que exige detenerse, inclinarse para una escucha atenta. Sobre ellos, mediante una tercera mano, el artista sitúa una lupa que amplifica la visión sobre las minúsculas particularidades del dispositivo. Seis de estos son instalados en la sala de exhibición, creando una atmósfera cacofónica.
A ellos se añaden otros recursos, textuales y hápticos, que buscan contribuir al cometido de volver extraña la experiencia de recorrer la sala. Un panel de gran formato exhibe fragmentos de los testimonios antes producidos, pero mediante una singular diagramación que oblitera las normas ortotipográficas, llevando el “ruido” al espacio editorial y complejizando la lectura, a la vez que un conjuntos de piedras son ofrecidas al ingresar a la exhibición como un experiencia táctil, instancia poco habitual en dichos contextos donde tradicionalmente es la experiencia visual quien prima.

Fotografía Stephanie Orellana, Galería Micromedios, FAU-Uch.

Fotografía Vicente Domínguez, Galería Micromedios, FAU-Uch.
Las tres obras aquí reseñadas exploran el potencial poético en las mecánicas de registro y reproducción del sonido, experimentado con dispositivos que amplifican el ruido producido por la manipulación de su registro y/o las resonancias que su reproducción adquiere en los distintos espacios de exhibición en las que son instaladas. Obras cuyo circuito eléctrico trazado en la pared, por extensas piolas o cables, las dota de una profunda versatilidad para intervenir cualquier espacio de exhibición que las aloje, adaptando su forma y variando su resonancia. Obras que nos invitan a una escucha atenta y consciente de las implicancias sensibles y políticas de la tecnología.
Tiempo de decaimiento temprano estará abierta hasta el 7 Septiembre, mientras que Hablar con Extraños hasta el 20 de junio.